Carta a la depresión

No sé ni cómo, ni por qué apareces de la forma tan dramática que lo haces, me doy cuenta que estás cuando estoy sumergido en ti y trato de agarrarme de cualquier cosa para poder sostenerme y resistir.

Llegas sin avisar y apagas todo, te gusta la oscuridad y te paseas en ella porque la conoces bien. Tienes, además, la habilidad de abrir la puerta de los pensamientos más oscuros y revivir los recuerdos que no deberían guardarse. Eres toda una señora que vas dejando tu olor malo por los rincones de mi cabeza.

Hoy tu aroma no hará desastre alguno. Hoy tu presencia me tiene como un simple observador que quiere aprender de tus movimientos, de tus jugadas, de tus apariciones. Quiero ser tu amo, quiero domarte para enseñar a otros hacerlo, quiero ponerle fin a tu reinado y salvar mi vida para que otros puedan salvar la suya.

Hoy te recibo, querida Depresión, con honor y valentía, porque quiero que sepas que me cansé de permitirte que hicieras de mi vida un infierno dantesco. Estoy aquí mirándote a los ojos y recordándote que el que manda en mi casa soy yo.

Hoy, Depresión, yo Luis Carlos Velasco Morales doy testimonio de mi existencia. Y que esto no se te olvide jamás.