La gran mayorÃa de las personas que conozco tienen, o quizá tenemos, un sentimiento no tan positivo frente a la cantidad de venezolanos que a diario llenan el paÃs, con todo lo que esto conlleva.
Y entendà el impacto tan bárbaro que un chiste o un comentario frente a la situación venezolana tiene con su gente. Ayer en medio de risas con compañeros hice una que otra afirmación que creà graciosa, pero pues no calculé lo mal que esto puede hacer sentir a otra persona.
Una compañera de nacionalidad venezolana se me acercó y en un tono jocoso le dijo a otra persona que no me creyera porque yo era xenofóbico. De verdad eso me generó mucho ruido en la cabeza porque no soy asÃ, o creo no ser asÃ. Mi molestia radica en que muchos empresarios deciden pagar menos y echar colombianos para contratar a venezolanos.
Muchos amigos se han quedado sin empleo precisamente por este fenómeno. ¿Y la culpa es de quién? ¿De la ambición colombiana o de los venezolanos necesitados? Esto es otra discusión.
Hoy quiero expresarle mis más sinceras disculpas a mi compañera a quién hice sentir mal por comentarios que van a lugar. A veces cuando se habla del tema de Venezuela muchos sacan su Hitler que llevan dentro y un paÃs de las condiciones como Colombia no tiene qué hacer eso.
Nosotros no estamos exentos de caer en una situación como la de ellos y más si miramos bien la clase de gobierno que tenemos. Asà que antes de hacer chistes por una nacionalidad hay que tener en cuenta nuestra propia historia.